Hola
Noviembre. Ya estás aquí. Pensaba que este año me ibas a dar un respiro, pero
no; ya estás aquí, con tus domingos eternos y tristes, llenos de melancolía y
de tantos “tengo que empezar a cambiar”. La verdad es que no te he echado de
menos. Hace muchos años que te echo de más. Pero tu siempre vuelves, tirando
por la borda cualquier esperanza de vivir en un verano permanente, congelando
todo recuerdo feliz de algún tiempo que algún día fue.
Qué
egoísta eres. Con tu continuidad, tus 30 días justos, ni más ni menos. La mayoría
de ellos, fríos y lluviosos, todos ellos raros, como de domingo.
Eres
lo más parecido que conozco a una maldición, no es por nada, pero me recuerdas
que el fin del año se acerca, y un año más no sé en qué he invertido mi cada
vez más escaso y valioso tiempo.
Te tengo
calado Noviembre, vas disfrazado de Otoño pero eres quien lo deja todo listo
para el invierno, a ver si te crees que a mi me vas a engañar. Eres un triste,
amaneces tarde y anocheces pronto. Anocheces tan pronto que es como si viviera
en una noche permanente, pero no una de esas noches para recordar, sino una de
esas noche de pasárselas llorando, deprimida en el sofá con una manta y helado
de chocolate. Que hijo de puta, tu con tus recuerdos, arrasándolo todo. Estás
lleno de nostalgia, por lo menos para mí. Noviembre, tú y tu frio. Frío que me
deja helada, por fuera y seca por dentro. Lo que pasa es que eres un cobarde,
ya no te atreves a ser el que eras, el de la ilusión de estrenar botas, de
comprarse abrigo nuevo y de hacer cosas que nunca antes había hecho. Ahora eres
el que se esconde, y pasa con eso, con miles de recuerdos que me hacen pensar
en lo que fue y dejó de ser, en lo que podíamos haber sido de no ser por
nosotros. Ay madre, que manía te tengo.
Pero no, no
vas a poder conmigo. Siempre que tenga una canción que me suene a nueva, que me
anime a continuar; un abrigo que me proteja de tu fría indiferencia, un “borrón
y cuenta nueva” en la punta de la lengua… Siempre que tenga alguna de las
cosas, tendré recuerdos nuevos que crear, y tarde o temprano, o te irás o volverás
a ser el que eras. Valiente cabrón, con lo que tú y yo hemos sido… Qué ganas
tuviste de hacérmelo pasar mal.
Reinas de la Maldad, hoy, no tenía pensado publicar. Es más,
debería estar arreglándome para disfrutar del” juernes” universitario, en
cambio estoy con mi bata de cebra, el pelo recién lavado y tecleando como una
loca. ¿Por qué? Porque he leído algo por ahí que no me ha gustado un pelo. Y para
chula, yo. Es broma, ¿o no?. Tal vez cuando digo noviembre quisiera poner un nombre
propio, tal vez cuando digo cabrón, quiera decir… no, cuando digo cabrón es
cabrón. Novedades traigo. En breves
comenzaré una sección en el blog en la que presentaré a algunas de mis lectoras
que espero que acojáis con cariño. Si quereis participar, solo teneis que
poneros en contacto con mirincondesoberbia@hotmail.com
y os daré las pautas para que seais las próximas en salir en El Rincón de la
Soberbia.
Estás últimas líneas he de dedicárselas a alguien “muy especial”. La
verdad es que si pasó lo que pasó, no fue porque yo lo busqué, sino que me
buscaron a mi. No es cuestión de escusarme, porque yo en tu lugar no admitiaría
escusas pero nadie me dijo que aquello
no estaba bien porque nadie me dijo que tuviera que rendirle cuentas a nadie.
Estas muy equivocada si piensas que yo en mi sano juicio iba a volver a hacer que un pelele hiciera daño a otra mujer. La culpa no es
mía, sino de aquel que no supo contenerse. Con todo esto no pretendo abrir una
nueva guerra sino que sepas que después de lo que ha jugado tanto contigo, como
conmigo… lo más bonito que se me ocurre es partirle las piernas.
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