"Paula
abrió la puerta de su casa y se dirigió a la cocina para dejar la compra. En
cuanto dejó la última bolsa, notó algo extraño, como si las cosas hubiesen
decidido reagruparse de manera distinta para llamar su atención. Con la
intención de confirmar sus sospechas, se dirigió al salón. Y, efectivamente, lo
entendió todo.
El piso
estaba semidesértico. Era como si le hubieran robado exactamente la mitad de
casi todo. Quedaban la mitad de los libros, la mitad de los CDs, la mitad de
las películas, la mitad de su vida. La
otra mitad se la había llevado él, aprovechando su ausencia.
Paula se
sentó en su mitad del sofá y contempló lo vacía que había quedado la otra mitad
de su existencia. Y se volvió a preguntar por
qué nos empeñamos en llenarla siempre con otra persona. Por qué llevaba
años empalmando una pareja con la siguiente. Por qué, de todas las cosas
difíciles e importantes que había aprendido a lo largo de estos años, nunca
figuraba en la lista la asignatura pendiente de estar sola.
Otra vez a desilusionarse, otra vez a perder las
ganas, otra vez a olvidarse de los hombres, a reírse de ellos con esa risa que
bien podría confundirse con llanto. Otra vez a recuperar la ilusión, otra vez a
creer que será diferente. Otra vez a emocionarse con algo distinto. Y otra vez
a vivir una mentira. Otra vez a descubrirla, otra vez a desengañarse. Otra vez
a quitarse media vida, otra vez a quedarse sola en su medio sofá.
Como si
de una venganza de cínicos se tratase, Paula había comprobado que su corazón era siempre divisible por la
mitad. Y luego por la mitad de la mitad. Y después por la mitad de la mitad
de la mitad. Y así infinitamente. Pero de
lo que nadie le había advertido es que cada vez que lo dividimos, los
sentimientos que puede albergar nuestro corazón son más pequeños.
Y eso era
justamente lo que le estaba pasando a Paula. Que siempre que se enamoraba quería con todo el corazón, sí, pero con
todo el corazón que le quedaba. Esa era la parte que nunca nadie le
preguntó. Me quieres, sí, pero con cuánto.
Paula
cogió los condones de una de las bolsas del súper, se digirió a su medio
dormitorio y abrió el medio cajón del desconsuelo, la parte de su mesilla que
solo se abría en caso de media emergencia. Allí guardaba la desesperación de
los intermedios: un folleto de un banco de esperma y un consolador. Pero
también los paquetes de kleenex.
Fue entonces cuando dibujó una media sonrisa y se
enjugó la mitad de todas sus lágrimas."
Risto Mejide, Que la muerte te acompañe.
Reinas de la maldad, la mitad de la mitad.
No hay mucho más que añadir. Desearos feliz semana. Muy pronto comenzaran los cambios aquí, hay que ultimar los últimos detalles pero está casi todo listo.
Como siempre, podeis seguirme en twitter tanto en mi cuenta personal como en la cuenta del blog (@maarviloria y @ReinadelaMaldad respectivamente).
Ah, lo olvidaba, la foto es de una pequeña sesión que me hizo mi amiga Jen, la verdad es que no estaba preparada simplemente agarramos la cámara y quedaron unas fotos bastante chulas que ya os enseñaré. A ver si para la siguiente entrada ya puedo desvelar alguna de las sorpresas, que la verdad es que tengo muchísimas ganas pero no puedo decir nada.... Así que os dejo con los dientes largos, y os mando un beso inmenso.
Siempre vuestra, nunca suya.
Marina Viloria.
Tan genial como siempre :)
ResponderEliminarMe gustó mucho el relato.
"Cada vez que se enamoraba quería con todo el corazón, sí, pero con todo el corazón que le quedaba"
Sin palabras!
Un besotee