Día 1: Todo comenzó a las 2:00 am de la madrugada del Domingo a Lunes. Salíamos de la puerta del colegio, dos autocares; Valladolid-Madrid. Caímos rendidos ante el sueños provocado por una intensa semana de exámenes que había concluido con un fin de semana de desenfreno. Un largo viaje en autocar con un extraño y en ocasiones interrumpido silencio, que culminó con nuestra llegada a las cinco y pico de la mañana a Barajas, terminal T2. Los fumadores, fumándonos encima, y obviamente con la necesidad sin cubrir; con un sueño que yo trataba de frenar a base de RedBull. Facturamos maletas y un rato de tiempo libre hasta la hora de embarcar, momento que aproveché para tomarme el primer café de ese que iba a ser un largo día. 7:15 de la mañana, montamos en el avión, al cual le costó un poco despegar. llegamos a pensar incluso que nuestro viaje sería por carretera. Madrid-Roma. Despegamos. Durante las dos horas y media que duró nuestro vuelo, tratamos de dormir, ya con las piernas entumecidas, síntoma claro de la clase turista. Aterrizamos en Roma, lluvia. Mucha lluvia, una lluvia que enturbiaba nuestras esperanzas de buen tiempo. Tras recoger las maletas, empapadas, salimos del aeropuerto con un pequeño incidente, cuando a Julio, le siguió un perro como si de un camello se tratara. Un cigarro entre seis, a escondidas, abrasado, deseado, y otra vez a un autocar. Roma-Florencia. Esta vez, un autocar de dos plantas, tres horas que se hicieron siglos sentada al lado de Patricia, en la planta de arriba, atrás del todo. Yo con Melendi en mis oídos y las piernas entumecidas, ella con su cara de mal café, apoyada en la ventana, intentando dormir. Parada en una gasolinera. Cigarro a contratiempo, de nuevo a escondidas. Un Capuccino maravilloso, con Celia aclarando "Piccolo no, grande", y otro cigarrillo más relajado antes de volver a montar en el bus, con bastante camino por delante, una lluvia descorazonadora, y la noticia de que el papa había dimitido. Seguro que fue porque se enteró de mi llegada. Vuelta al autocar, he de decir que en ese momento a las 14:38 después de más de 12 horas de viaje, empecé a escribir estas líneas en el móvil, tratando de recordar cada detalle de mi viaje. Aún sin llegar a Florencia. Agotada, emocionada y por qué no decirlo, un poco rallada, pero lo justo; es lo que tiene haber dormido una media de 3 horas diarias en la última semana. Oh, Toscana, que te veo. Un cielo grisáceo teñía el paisaje, pero no nuestras ganas de Italia. Y Patricia, de nuevo en la ventana, mirando aburrida, quizá con las mismas ganas de llegar que yo. Llegada al hotel, entrega de llaves de las habitaciones, "Ines Chacartegui y Marina Viloria, habitación 613." Casualmente mi número favorito, subimos las escaleras, y entramos en la habitación, nada del otro mundo, un espacio pequeño, con dos camas, cuarto de baño y, justo lo que yo quería dos ventanas. Bendito sea. Visita por Florencia, y búsqueda de un estanco. una de las pegas que le pongo al país, ¿Por qué no venden tabaco en los bares?. "Tabacchi" Esta es la mía, compro Vogue mentolado, largo y fino, debía de ser lo típico porque el suelo estaba lleno de colillas de esa marca, y un chocolate caliente con las chicas más sexys de mi curso. Reservamos para cenar en una terraza. La verdad es que parecía un sitio bien, no excesivamente caro y los camareros, eran bastante agradables. Toco comenzó con Celia pegándose un buen golpe contra una maceta que había al lado de las mesas, cuyo efecto causó la caída de las botellas que había encima de la mesa, risa general. En una mesa, Celia, Marta, Patricia, Valeria y Eva, en otra mesa María, Rocío, Marta Cermeño, Sole y yo. Claro, mi falta de sueño, hacía que estuviera de mala leche, y cuando estoy de mala leche suelo ser extremadamente graciosa e ingeniosa, esto hizo que mis pobres compañeras de mesa, no pudieran comer más de tres bocados seguidos sin soltar alguna carcajada, culminando con la actuación estelar de uno de los camareros ofreciéndonos droga. Eh, ¿Hola?. Añadiendo el detalle, de que nos cobraron casi 6 euros por un litro de agua, y nosotras, cual gitanillas rellenando los vasos, bastante usados por cierto, debajo de la mesa con las botellas de agua que teníamos en los bolsos. Pagamos. Y volvió a llover, como si nunca hubiera llovido, y nos dirigimos a tomar algo, yo gelato de avellanas, otras un gofre un crep y Rocío y María decidieron pedirse una caña, que tomaron sin espuma ni gracia ni ná. Paseamos hasta el hotel, empapados todos, con ganas de más. Suerte que en nuestra habitación llegaba el WiFi porque a otras habitaciones no llegaba y tuvieron que quedarse un buen rato en el patio para hablar con quién tuvieran que hacerlo. Victor, vino a nuestra habitación, estábamos de colegueo, comiendo pavo, encima de la cama. Y yo, me senté en la poyata de la ventana viendo como Carmen y Alba estaban fuera, sentadas, calándose, hablando mientras con Julio y Alex por WhatsApp, para que vinieran a nuestra habitación. En ese momento llamaron a la puerta, "Si?" dije, "Abre" susurraron tras la puerta. Estaba convencida de que tenían que ser ellos. Abrí, y me quedé helada, cuando vi a uno de los profesores tras la puerta. Retrocedí hasta la cama, me senté y él entró, con la intención de hacer recuento y el fin de echar a Victor. Ducha caliente y a la cama.
Día 2: Buenos días Florencia, 6:30 de la mañana, ducha, y maleta preparada. Bajamos a desayunar, había un montón de cosas, bollos, dulces y cosas así. Yo, fiel a mi capuccino. De cigarreo mañanero con Alex. Visita por Florencia, tiempo libre.Pero antes, el David de Miguel Ángel; ahí fue cuando empecé a demostrar mis conocimientos de Arte, explicándole a Julio el por qué de la desproporción de las manos del David, luego sí, tiempo libre. Compras. Rodeada de hombres, les obligué a acompañarme de compras, tres pares de zapatos, ni uno, ni dos, tres. Y yo, ya, relajada, el viaje ya había merecido la pena.
Bus, otras cuantas horas, hasta llegar a Siena. Con Melendi, todo se hace más llevadero. Aleluya, llegamos a Siena, y yo, preocupada, porque ese dichoso pueblo estaba en la montaña más lata de toda Italia y todo indicaba que íbamos a tener que subir andando. pero gracias a Dios, el autobús nos dejó un poco más arriba. Ahí, nada más relevante. Comimos relativamente bien, Victor, Ines, César, Alex y yo. Victor ofreció un beso al primero que encontrara Siena en un mapa, y estuvimos los cuatro como gilipollas buscándola un buen rato, después reunión y recuento. Aburrida visita en esa ciudad, la verdad que yo pensé que iba a ser entretenido, pero fue lo más aburrido de todo el viaje, aunque me reí bastante con Sandra y Amanda durante la explicación. Otra vez al bus. Alex, a mi izquierda con su música extraña, a mi derecha Luis, desnucado el pobre y Quique haciendo bromas al pobre Luis que se hallaba en un profundo sueño. Eva pidiéndome comida, yo pidiendo una parada técnica para fumar un piti. Pero luego llegó Sole a la última fila del bus, dónde estábamos nosotros. Delante nadie la quería, y aunque yo la estuve picando sabe perfectamente que el vacío se lo hago con cariño. Llegamos a Roma, y menos mal. El Hotel Floridia o algo así, en una zona algo rara de la ciudad. Reparto de habitaciones, "Marina Viloria e Inés Chacartegui, 405", yo solo quería una ventana. Ocho tramos de escaleras para llegar al cuarto piso dónde estaba nuestra habitación, yo no podía con la maleta, y Medina, caballero y jugador de rugby, acabó subiéndola levantándola por encima de su cabeza. Llegamos a la puerta, abrimos, veo que hay una ventana, dejamos la maleta, y bajamos a recepción, único lugar con WiFi en todo el hotel. Visita por Roma, tiempo libre y al hotel. Visita a la Fontana, ronda de fotos, de monedas lanzadas con miles de aspiraciones, y más fotos, y una preciosa y corta reconciliación con Julio. El rato justo para cenar en un sitio bastante cutre, con Alex, César, Inés y Victor, en el que bebimos el pero Lambrusco que he probado en mi vida. Y muchas risas con Victor, y con todos, pero en especial con él. Vuelta al hotel, de nuevo Victor en la habitación, de nuevo mi profesor echándole. Alarma a las 6:00 y a dormir.
Día 3: Suena la alarma y me meto en la ducha, con muchas ganas de ver Roma pero con mucho sueño también. Me lavo el pelo, me seco el pelo, me plancho el pelo y se me hacen las 7:00, a solo 20 minutos de tener que bajar a desayunar. Me maquillé como pude, me vestí, y me fumé un cigarrillo en la ventana, escondida entre las cortinas con Inés al lado. Café, malísimo por cierto y a Roma. Visita en bus, con Victor haciéndome reír al lado y yo haciendo fotos por la ventana, a todo lo que podía. Parada en el foro, con explicación y la pobre Eva muriéndose de hambre, pidiéndome desesperadamente un bollicao. Nos dejan en el Coliseo, con hora y media libre, lo vimos en 20 minutos y nos salimos Eva, Quique, Marta Cermeño, Rocío y yo, a comprar algo de comer y a fumar. Recuento y tiempo libre para comer. Gimeno decidió llevarnos a Edu, Alex y a mi a comer uno de los mejores helados que he probado nunca, de café, para no variar, mientras alucinábamos con las señales tan originales que había. De nuevo llegamos a la plaza Venecia a hacer otro recuento y ya con tiempo libre para comprar y cenar hasta la hora de ir al hotel, y fuimos de compras, de risas, colegueo. De cerveceo, de Victor diciendo bobadas hablando en gallego, y yo descojonada. Llegamos a un bar porque los chicos querían ver la Champions, mientras Inés, Victor y yo, nos perdimos por Roma buscando la plaza dónde habíamos quedado, y diciendo cosas sin sentido durante el camino. Recuendo, y hotel, y Victor en mi habitación, y mi profesor echándole otra vez, para variar. Buenas noches.
Día 4: Madrugamos para bajar a desayunar, twittear y ese tipo de cosas que hago yo por las mañanas, como fumarme un buen cigarro. Tocaba Vaticano, yo tenía muchas ganas de verlo todo con una perspectiva un poco más "sofisticada" por llamarlo de alguna manera, con los pocos conocimientos de arte que he ido recopilando en mi cerebro durante el curso, y con una sensibilidad artística un poco más desarrollada. Museos Vaticanos, hasta arriba de gente, y Alex, César y yo perdidos entre japoneses y chinos por las salas inmensas llenas de frescos y esculturas. Lo que más me impresionó fue la sala de Raffael, sin duda, ya que la Capilla Sixtina me defraudó un poco por el hecho de que había mucha gente y estaba muy recargada, aun así he de decir que era una maravilla. Salimos y nos dieron tiempo libre hasta las 6 de la tarde, cuando volveríamos al hotel para arreglarnos e ir a cenar al Trastevere. Comí con Cata, Alex, Cordero y César, y la verdad es que no me lo pude pasar mejor, hacía mucho tiempo que no me reía así. Compramos, y nos fuimos a tomar algo. Mandarinoska, me sonó bien, llevaba Vodka así que no podía estar malo. dos dedos de limón y naranja y seis de vodka. Vaya, pronto empezaba. Me lo bebí en escasos veinte minutos y nos dirigimos al punto de encuentro. Autocar, y hotel. Subí a mi habitación, algo tocada y mientras Inés se acicalaba yo me bajé a la habitación de Alex y de Julio, a reconciliarme con Julio por decimo septima vez en el viaje, sin éxito alguno. Llegaron Quique y Paco, y gastaron a la pobre Inés una broma telefónica, con el acento de Roma interior de Quique. Y muchas risas. Cena en el Trastévere, la última noche. Cenamos, y nos fuimos de copas, la hora feliz. Y bebíamos y fumábamos y aparecieron los profesores de lleno, y nos escondimos entre la gente. Se fueron, y obviamente continuamos haciendo esas cosas totalmente prohibidas Hora de irse al hotel. Tocados y hundidos, los profesores alerta, y nosotros, borrachos. Autocar, hotel, y cama.
Día 5: Despertador y últimas horas en Roma. Desayuno, maleta y últimos pasos por sus calles. Día de tiendas. Vía Condoti, y parada en cada escaparate, con un Victor insistente en hacerme entrar con unas DC en Christian Loouboutin, ni de coña al cuadrado. Corriendo hasta la plaza de la República con Alex y César porque llegabamos tarde, yo con la lengua fuera, y sin poder respirar. Autocar. Aeropuerto. Qué rápido ha pasado todo, cuánto me he reído, cuánto voy a echar de menos eso, melancolía. Ganas de llegar y contarlo, pero al mismo tiempo ganas de que ese avión jamás despegara. Embarque, cinturones. Despegamos. Me pongo a Melendi, que me ha acompañado durante todo el viaje, y hago balance Puede parecer una chorrada, pero hay algo de Italia que ha hecho que cambie, sí, en tan solo cinco días. Me siento distinta, a parte de cansadísima. Barajas. Autocar. Última fila, con Victor, Alex e Inés. Cierro los ojos, y cuando me quiero dar cuenta, ya estoy en Valladolid.
Aquí os dejo algunas de las fotos más relevantes del viaje. Supongo que próximamente subiré algunas más, pero de momento, esto es lo que hay.
Con Victor en la Fontana (ROMA)
Alex, Inés, una servidora y Victor (SIENA)
XVI Reconciliación con Julio (SIENA)
César, Alex, Yo con cara de poker y Julio (ROMA)
Con Inés y Victor en Sta María de las Flores (FLORENCIA)
Con Amanda en el Coliseo (ROMA)
Patricia, Celia y yo en el Trastevere (ROMA)
Cevidal2 y maarviloria en el Trastevere (ROMA)
Los "histeriadores del Arte", en honor a nuestro profesor C.E. (ROMA)
Inés, Victor (al fondo), Alex, César y la reina de la Maldad (ROMA)
Con Rocío, Sole, María y el Jabalí me hallo (FLORENCIA)
SECCIÓN 21. (ROMA)
Por lo que cuentas muy mal no lo has pasado. Tengo muchas ganas de ver el cambio que has dado, a ver hacia donde evolucionas. Después de seguirte dos años, no me arrepiento de ver mas cambios tuyos. Gracias por enseñarnos a mejorar
ResponderEliminarTe lo has pasado genial eh:) ejejej
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