Quiero, pero no puedo. Esa frase ha marcado mi vida los últimos meses. Y eso que llevo media vida escuchando que querer es poder.
Creo que mi problema es que no quiero querer. Lo difícil no es olvidar, lo verdaderamente jodido es estar convencido de querer hacerlo.
Porque al final, olvidar no es más que desprenderse de un trozito del pasado, de un cachito de eso que te hace ser quien eres. Olvidar es poner punto y final, es borrar, es desprenderse de aquello, que aunque ahora te atormente, alguna vez te hizo feliz.
Somos egoistas. Aún no he oído a nadie que quiera dejar de recordar las cosas buenas. Lo que últimamente nadie piensa es que las hostias que nos da la vida, nos hacen más fuertes. Acabamos haciéndonos inmunes al dolor.
Aunque duela, escueza, pique e irrite hasta lo más profundo de nuestras almas, olvidar no es solución, es solo un analgésico, alivia, pero no cura.
La verdadera solución a todos nuestros problemas, está en establecer prioridades y tener presente que lo que hoy duele, mañana servirá de esperiencia.
Cuanto más profundo has caído, más difícil es subir no hay que olvidar la hostia que te has metido sino reflexionar sobre el por qué.
Reinas de la Maldad, un milenio después he vuelto a publicar. Han pasado un montón de cosas desde la última vez que estas letras se deslizaron por vuestras pantallas pero he vuelto. Con mis recién estrenados 19 años, sigo teniendo los mismo quebraderos de cabeza. En próximas entradas, entendereís lo que quiero deciros. Disfrutad del Verano.
Siempre vuestra, @maarviloria
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