Sé que estas líneas van a quedar en el más absurdo de los olvidos. Sé que estas palabras nunca llegarán a tus oídos. Que estas letras que hoy te escribo jamás serán acariciadas por tus ojos, no van a hacerte esbozar una sonrisa, y tampoco harán que derrames ninguna lágrima.
Estás, de cuerpo presente, pero hace mucho tiempo que no eras tú. Los años pesaron y los recuerdos eran tantos que un día se esfumaron, de la noche a la mañana. Olvidaste tu pasado, tus aventuras, tus historias... Te olvidaste de tu gente, de nosotros, te olvidaste hasta de ti.
Siempre pensé que serías eterna, la mujer de hierro, indestructible. Me enseñaste, sí. Me enseñaste practicamente todo lo que sé de la vida. Y ya no estás, y yo sigo aquí, y como desde hace mucho echándote de menos... Tanto "y", supongo que me cuesta poner puntos finales, sobretodo cuando tengo que hablar de ti.
"Ley de vida" ya, pero por qué.
Tal vez, me sienta culpable por no haberme despedido. No sé, supongo que esta es una manera de limpiar mi sentimiento de culpabilidad, aunque sé que en estos últimos años, despedirme no hubiera servido de nada, porque en cuerpo estabas pero en alma no.
Sé que me has querido, que me has querido mucho, auténtica devoción, y creeme, yo también lo he hecho, lo sigo haciendo.
Toda una vida que acaba reducida y recogida en una caja. Suena duro, incluso frío pero es la pura realidad.
Estás ahí, a escasos metros y nosotros aquí, haciendote compañía por última vez. Ya, ya sé que muchos de los que están no quisieras que estuvieran... Pero qué puedo hacer yo más que aguantar un falso consuelo que no me reconforta.
Tengo muchas cosas tuyas. La soberbia, el "mal café", la aparente frialdad, y como a ti, tampoco me gusta la gente...
Solo quería despedirme, que supieras que nunca te voy a olvidar. Y aunque estas palabras, como ya he dicho, nunca te lleguen, necesitaba escribirlas.
90 primaveras, muchos sueños cumplidos y muchos otros sin cumplir.
Hasta siempre.